miércoles, 3 de marzo de 2010

La Ola

En el siglo XVI Etienne de la Boetie escribió su “Discurso de la servidumbre voluntaria” en el que sostenía que los hombres se entregaban a la dependencia por su propia mano. La libertad era un problema:
“Los audaces, para adquirir el bien que desean, no temen el peligro; los avisados no rechazan el esfuerzo. Los cobardes y embotados no pueden soportar el mal ni recobrar el bien, se limitan a desearlo. Y aunque su cobardía les arrebata la fuerza para pretender alcanzarlo, el deseo de poseerlo permanece en ellos por naturales /../ Una sola cosa hace la excepción, y no sé cómo la naturaleza abandona a los hombres para desearla: es la libertad, que es no obstante un bien tan grande y tan placentero que, perdida, todos los males la siguen y los mismos bienes que permanecen tras su pérdida, pierden enteramente su gusto y sabor, corrompidos por la servidumbre”
Para la Boetie no había misterio más grande que entender porqué “tantos hombres, tantas ciudades y tantas naciones, auantaaban alguna vez a un tirano el cual no tiene el poder de hacerles daño sino en tanto que aquéllos tienen la voluntad de soportarlo, el cual no podría hacerles mal alguno sino mientras prefieran sufrirle que contradecirle”
La obediencia, la falta de libertad, el seguimiento ciego a un líder o si se prefiere la discutible bondad de saber en todo momento que hacer porque eso nos es ordenado, ha gozado siempre de muy alta consideración. El poder de esa ciega obediencia y de la disciplina más obtusa se ha demostrado a lo largo de toda la historia de la humanidad. Su conversión en fascismos o totalitarismo es para algunos autores, como Todorov, el perverso efecto de las modernas formas de control levantadas por los estados contemporáneos.
En “La Ola” hemos tenido oportunidad de comprobar el funcionamiento básico de estos mecanismos de ciega obediencia. Esa necesidad de reconocimiento que todos tenemos y que parece resolverse para muchos individuos en la identificación con un grupo…. los míos… los nuestros. Todas las tiranías y muchas de esas violencias surgen de ese nosotros y ellos, …. de esa frontera que lejos de buscar un semejante en el que reconocerse, precisa de un enemigo sobre el que formarse.

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